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𝐄𝐋 𝐍𝐮̀𝐌𝐄𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐒𝐔 𝐍𝐎𝐌𝐁𝐑𝐄 - 𝐄𝐋 𝐌𝐈𝐓𝐎 (𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 8)

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Veröffentlicht auf 25/06/25 / Im Komödie

“EL NÚMERO DE SU NOMBRE”
por Pampa Fillol (https://www.facebook.com/photo/?fbid=641312116258720&set=a.625655567824375/)

CAPÍTULO 8: EL MITO

Cuando Pablo persuade a Mateo de escribir un Evangelio en respuesta al de Juan, lo primero que hace Mateo es volcar en su obra el fruto de una labor que le había llevado años: hilvanar un frondoso árbol genealógico, para demostrar que Jesús descendía de Abraham y del rey David.

Así inicia Mateo su Evangelio: "Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (Mateo 1:1), y a partir de ahí, durante los siguientes 16 versículos, del 2 al 17, procede a detallar la sucesión de padres e hijos, desde Abraham hasta José. También incluye en el texto a hermanos, primos y otros parientes, pero mejor sintetizar aquí solamente el tronco del árbol:

Abraham
|
Isaac
|
Jacob
|
Judá
|
Fares
|
Aram
|
Aminadab
|
Naasón
|
Salmón
|
Booz
|
Obed
|
Jesé
|
David
|
Salomón
|
Roboam
|
Abías
|
Asá
|
Josafat
|
Joram
|
Ozías
|
Joatam
|
Acaz
|
Ezequías
|
Manasés
|
Josías
|
Jeconías
|
Salatiel
|
Zorobabel
|
Abiud
|
Eliacim
|
Azor
|
Sadoc
|
Aquim
|
Eliud
|
Eleazar
|
Matán
|
Jacob
|
José

Orgulloso de su titánico trabajo de investigación, Mateo se asegura de exhibirlo en la primera página de su Evangelio...

... ¿y para qué, si Jesús no es hijo de José?

Porque para Mateo, igual que para todo el mundo, antes de que Pablo tomara el control de la doctrina, Jesús era hijo de José.

En su campaña de aleccionamiento acerca de lo que había y lo que no había que decir, Pablo logró convencer a Mateo de muchas cosas, pero en este punto fracasó. Demasiados años de esfuerzo le había llevado a Mateo el armado de la genealogía, como para renunciar a publicarla.

La única salida que le quedó a Pablo, entonces, fue trabajar para que nada de esto se enseñara. En una de sus Epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, Pablo le pide a Timoteo, uno de sus discípulos, que impida que la gente "preste atención" a "genealogías interminables. Estas cosas no hacen más que provocar discusiones inútiles, en lugar de servir al designio de Dios fundado sobre la fe" (1 Timoteo 1:4).

Y tiempo después, cuando Mateo ya no estaba presente para defender su obra, le agregaron a su Evangelio los demás versículos de ese primer capítulo, empezando por el 18: "Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no han vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo" (Mateo 1:18).

Más tarde surgirían pruebas físicas de esta práctica de añadir y quitar párrafos sin el consentimiento del autor, pero hay que enfocarse ahora en este caso puntual de Mateo.

Ningún autor, de ninguna índole, contradice, en los versículos posteriores de un capítulo, lo que había escrito en los 17 versículos anteriores. Ningún autor invalida, en la segunda mitad de un capítulo, el monumental despliegue de datos expuesto en la primera mitad. Pero a esta altura ya no importaba la coherencia de Mateo, sino la necesidad de Pablo de crear el mito del Jesús no humano.

Pablo necesitaba reemplazar al Jesús real por un ser mitológico, y entonces trastocó la enseñanza original, que hablaba de un nacimiento "del Espíritu" que era un segundo nacimiento, un renacimiento, un "nacer de nuevo" en palabras de Jesús, y reubicó ese segundo nacimiento como el primer nacimiento.

De esa manera se desvanecía el Jesús humano, el que había elegido a los Apóstoles, y al que lo Apóstoles conocían en persona y con el que Pablo jamás había tenido relación alguna, y emergía el Jesús no humano, mitológico, el que supuestamente había elegido a Pablo y al que supuestamente Pablo conocía mejor que nadie.

A fin de que la gestión sirviera además a las exigencias del Imperio, el mito del nuevo Jesús debía cumplir con los requisitos básicos de todo mito solar. Si el Imperio iba a crear un ser mitológico al que adoraran los diversos pueblos conquistados, el relato debía reunir los clásicos códigos vinculados con el sol, como una forma de asegurar una raíz común con cualquier creencia de cualquier punto del mapa. Porque cualquier creencia religiosa, de cualquier lugar, posee en su origen la adoración al sol. Lo primero que el hombre en su estado primitivo venera, antes de recibir tradición alguna de sus antepasados, es al sol. Cuando el sol aparece, hay luz y el humano ve. Cuando desaparece, hace frío y todo se vuelve oscuro. De modo que el hombre primitivo no tardó mucho en considerar al sol como un ente superior benefactor, al que había que alabar y mantener contento.

Existen bibliografía y documentales de sobra, acerca de los componentes solares en el mito del Jesús no humano: el 25 de diciembre, la constelación de Virgo, etc. En lugar de repasarlos, dado que ya fueron estudiados por otros, mejor puntualizar algunas otras razones por la

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