Un crimen llamado educación Documental Completo dirigido por Jürgen Klaric
La educación es el factor más importante en el desarrollo de la sociedad. Sin embargo, en los últimos años el currículo y el ambiente de las escuelas han afectado negativamente el desarrollo del estudiante, la autoestima, el presente y el futuro de nuestros niños, estudiantes y profesionales. Aunque hay muchos desafíos negativos, hay personas sorprendentes descubriendo nuevas formas de educar correctamente. Al no cambiar no nos estamos comprometiendo...
PARTE 1 Visitamos 14 países, de los cuales cuatro tenían los mejores sistemas educativos del mundo, incluyendo a Finlandia, Singapur, Corea del Sur y Estados Unidos. Otros de los países que visitamos fueron Bolivia, Colombia y México. Descubrimos que aunque los países del primer mundo tienen una mejor educación, no se preocupan por el estado emocional de los estudiantes que se deteriora y conduce al alcoholismo y al suicidio. Independientemente del estado económico de un país, el bullying sigue siendo un problema y como resultado de que los educadores no pueden combatir esta cuestión, más de 350.000 estudiantes se suicidan anualmente.
PARTE 2 Entrevistamos a los mejores neurocientíficos y expertos en educación para recabar opiniones sobre la mejor manera de arreglar la estructura educativa de nuestro sistema escolar para las generaciones futuras.
PARTE 3 Mostramos a las mejores personas y escuelas que están haciendo cosas increíbles para inspirar a nuestros niños, jóvenes y futuros profesionales. Mostramos la forma correcta y posible de la educación.
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LETRA: Nos han educado a ir rápido, nos han enseñado a correr, a tardar poco, a ser eficientes. Hemos cambiado los caminos verdes por autopistas grises, los largos viajes en coche por veloces aviones, para llegar antes. Cada año aumenta la velocidad de conexión en nuestro ordenador y en las empresas se valora la rapidez con la que un empleado trabaja.
Queremos que los animales crezcan antes, aceleramos el crecimiento de hortalizas y frutas para que nos den antes su fruto, hacemos cursos intensivos para aprender rápido una lengua, corremos para coger el tren o el autobús que se acerca o para que el semáforo no se ponga en rojo y entre tanto, nos perdemos el camino.
Nos han vendido la idea de que esto es evolución, de que esto es progreso y que el estrés es el módico precio que tenemos que pagar a cambio del regalo de ser más rápidos, más efectivos.
Nos han dicho que para ser felices o mejores tenemos que llegar antes, pero ¿adónde?
El hombre quiere ser rápido pero la vida es lenta o más bien cíclica. Nos hemos olvidado de disfrutar, de recordar que estamos vivos, de celebrar la vida cada mañana. Nos han dicho que no tenemos tiempo para ello. Nos han educado con frases como: “venga, vístete más rápido que perdemos la mañana” o, “¡deja de perder el tiempo y ponte a hacer lo que tienes que hacer!”
¿Qué tengo que hacer sino vivir? Sentir el agua cayendo por mi cuerpo al ducharme en la mañana, sentir la dicha de pegar un bocado al trozo de pan al desayunar, disfrutar oyendo a los pájaros por la ventana, conversar con el vecino al bajar las escaleras o sentir mis pasos de camino a donde vaya.
Creemos que al ir más rápido sabemos adonde vamos pero tal vez nos de miedo parar y reconocer que en realidad estamos perdidos. Y eso es maravilloso.
Nos han dicho que lo lento es malo o negativo sin embargo un árbol puede tardar siglos en crecer, una oruga necesita días y días para crear su crisálida y convertirse en mariposa, los osos hibernan durante meses y los árboles tardan en dar su fruto.
¿Por qué entonces acelerar la vida? ¿Acaso nosotros no somos también parte de este ciclo natural? ¿Acaso somos felices cuando corremos más? Yo me bajo del tren, es hora de caminar lento. Paso a paso.