Realmente el yoga es hoy algo conocido y practicado por mucha gente aunque he de decir que todavía hay quién escucha la palabra yoga y piensa en alguien sentado en la postura del loto, haciendo el Ommm y levantado dos palmos del suelo, probablemente, otra idea errónea sobre esta práctica milenaria es aquel que cree que son posturas complicadas.
Esto se debe a la imagen que a través de fotos en revistas nos han colado, vuelcan en sus páginas y sin precaución la vistosidad de la imagen creando casi un sensacionalismo efímero que confunde a la prole por lo que no se hace otra cosa más que alejar de la realidad al posible aspirante.
También hay quién sigue creyendo que el practicante de yoga puede hacer piruetas mentales como por ejemplo dejar la mente en blanco, esta idea es del todo inestable por varias razones que abordaré mas adelante. Ni que decir de lo equivocado que resulta creer que quién practica yoga siempre está super relajado, o no se enfada porque tiene un control total de sus emociones, pareciera que la epidermis se convierte en madera no conductora de experiencia vital, nada más lejos de la realidad el pensar que hacer yoga es disfrazarse de espiritual, con una eterna sonrisa y "aceptando" todas las cosas de la vida en nombre del corazón, eso si, alguien que practica yoga u otra disciplina de consciencia puede que refuerce y afine sus actitudes por medio de la herramienta mas real y mas sagrada: el darse cuenta.
Hay claves para que podamos entender el Yoga con los pies en la Tierra, aunque lo primero que me parece más importante es saber qué me separa de ella. Una verdadera espiritualidad, al menos para mi, nace en las tripas, sede de la autenticidad y está totalmente anclada a la tierra que pisamos y en contacto con las cosas comunes de la vida.
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Publicado el 20/01/22 / En
Investigación
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