Dionisos es esa semilla de lo grande, de lo bueno y de lo bello que tenemos dentro y que nos hace buscarlo incansablemente fuera. Es esa semilla que sueña con crecer y elevarnos, igual que la fuerza vital de una planta la hará buscar siempre la luz del sol. Cuando observamos una puesta de sol o el amanecer ante el océano o en la montaña, rozamos la belleza de lo que es eterno; por unos minutos quedamos locos, fuera de nosotros desde el punto de vista de lo cotidiano, y entendemos que hay una corriente de vida –esencia de Dionisos– sobre la materia, que se expresa en forma de ciclos. Es la continua danza de la vida.