Decir que la humanidad interactúa con leyes, reglas y códigos es una mera verdad de perogrullo. Las opiniones se dividen entre quienes las ven como un control y salvaguarda y quienes las consideran una herramienta de dominio. Salvo los profesionales que pululan en el terreno de la “legalidad”, el común de la gente desconoce lo intrincado de dicha red en la que, cual telaraña inteligentemente ubicada, caemos como moscas desprevenidas por nuestra ignorancia. Lo cierto es que cuando estos reglamentos se hacen costumbre, difícil es intentar romper la barrera cultural que originan. El dinero, dentro de este contexto inviolable, es una convención cuasi intocable, so pena de morir en el intento. Genera todos los vicios creados y los que aún no lo han sido. Las ambiciones más bajas se confunden con el simple altruismo, creando un caldo de cultivo en el que los intereses enfrentados producen consecuencias muchas veces irreversibles.
La actual situación de sometimiento que sufre el ciudadano, sólo es comprensible si observamos el estado de hipnosis que es capaz de provocar la ingeniería social sobre una mente vulnerable e indefensa. Entendido esto, podremos fácilmente comprender por qué los niños se han convertido en el principal objetivo del poder mediático. "Nadie es más esclavo que aquel que se considera libre, sin serlo". J. W. Goethe