𝐄𝐋 𝐍𝐮̀𝐌𝐄𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐒𝐔 𝐍𝐎𝐌𝐁𝐑𝐄 - 𝐋𝐀 𝐅𝐀𝐌𝐈𝐋𝐈𝐀 (𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 9)
“EL NÚMERO DE SU NOMBRE”
por Pampa Fillol (https://www.facebook.com/photo/?fbid=641722199551045&set=a.625655567824375)
CAPÍTULO 9: LA FAMILIA
Así como la Iglesia del bando ganador siguió las instrucciones de Pablo --no las de Jesús-- al imponer el celibato de los sacerdotes, también siguió sus instrucciones al prohibir que, a lo largo de los siguientes 20 siglos, las mujeres dictaran misa o impartieran sacramento alguno.
"Que las mujeres escuchen la instrucción en silencio", ordena Pablo, en una de sus Epístolas incluidas en el Nuevo Testamento. "No permito que ellas enseñen. Al contrario, que permanezcan calladas" (1 Timoteo 2:11-12).
En otra de sus Cartas amplía el concepto: "Que las mujeres permanezcan calladas durante las asambleas: a ellas no les está permitido hablar. Que se sometan. Si necesitan alguna aclaración, que le pregunten al marido en su casa" (1 Corintios 14:34-35).
Hay que reconocer la lógica en este último mandato. Si tienen alguna duda sobre lo que escucharon, las mujeres deben esperar a llegar a su casa para preguntarle al marido. No pueden hacerlo ahí mismo, durante la asamblea, porque allí Pablo no les permite hablar.
Nótese, por otro lado, el uso de la primera persona del singular en la oración "no permito que ellas enseñen". Pablo está diciendo: "Yo, Pablo, decido tal o cual cosa". A esta altura, Jesús ya no cuenta. Pablo, por sí solo, dictamina lo que debe hacerse y lo que no, y en este caso establece que las mujeres no dicten sermones en misa. Decreto al que la Iglesia del bando ganador, fundada sobre las ideas de Pablo, obedeció rigurosamente, sin importar que no proviniera de Jesús... porque la realidad es que a esta altura Jesús ya no importaba.
No importaban ni él, ni su madre, ni su familia.
El proceso de deshumanización de Cristo consistió en deshumanizar no sólo a Jesús, sino también a su madre, y luego velar, tapar e ignorar al resto de la familia. Familia normal, perfectamente humana, en la que la madre, como una madre normal y perfectamente humana, había continuado teniendo hijos, y le había dado hermanos y hermanas a Jesús.
Los siguientes párrafos de los Evangelios han sido sutilmente desatendidos por la Iglesia del bando ganador, a pesar de que están ahí.
"Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte»" (Mateo 12:46-47).
"Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera»" (Marcos 3:31-32).
"Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte»" (Lucas 8:19-20).
En estos otros dos pasajes, que exponen los comentarios de la gente de Nazaret cuando Jesús regresa a su pueblo, aparecen las hermanas de Jesús, y sus hermanos figuran incluso con nombres propios.
"¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas?" (Mateo 13:55-56)
"¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?" (Marcos 6:3)
Lo que sigue a continuación representa otra prueba no sólo de la existencia de los hermanos de Jesús, que han pasado inadvertidos en la doctrina de la Iglesia del bando ganador, sino de la práctica, mencionada en el capítulo anterior de este libro, de poner y quitar y cambiar y alterar los textos de los Evangelios, sin la anuencia de los autores.
En su Evangelio, Juan viene hablando de los hermanos de Jesús en estos dos versículos:
"Sus hermanos le dijeron: «No te quedes aquí; ve a Judea, para que también tus discípulos de allí vean las obras que haces. Cuando uno quiere hacerse conocer, no actúa en secreto; ya que tú haces estas cosas, manifiéstate al mundo»" (Juan 7:3-4).
Claramente se lee que sus hermanos, llenos de admiración, están instándolo a salir más allá de Nazaret, un pueblo muy pequeño, y lanzarse a predicar en las grandes ciudades.
En el versículo siguiente, sin embargo, aparece esto: "Efectivamente, ni sus propios hermanos creían en él" (Juan 7:5).
Al igual que lo visto de Mateo en el capítulo anterior de este libro, resulta obvio en este caso que así no era el escrito original. Ningún autor contradice, en el versículo inmediatamente posterior, lo que había dicho en los dos versículos previos. Esta clase de incongruencias tiene lugar cuando en un texto se modifican oraciones, se varían estructuras, o se extraen y se agregan párrafos.
Hace 2000 años, antes de armar la versión del Nuevo Testamento que sería presentada al mundo, los miembros de la Iglesia del bando ganador podían poner y sacar versículos, y lue