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EL NÚMERO DE SU NOMBRE - LA CONSUMACIÓN (Capítulo 5)

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Publicado el 25/06/25 / En Conocimiento

“EL NÚMERO DE SU NOMBRE”
por Pampa Fillol (https://www.facebook.com/photo/?fbid=639118003144798&set=a.625655567824375)

CAPÍTULO 5: LA CONSUMACIÓN

La decisión final, acerca de qué libros integrarían el Nuevo Testamento y qué libros quedarían afuera, se tomó casi al unísono con el anuncio de Constantino que marcó la puntada final del proceso iniciado aquella noche en que Pablo partió rumbo a Damasco.

Constantino, emperador de Roma, después de ver una cruz en el cielo antes de una batalla de la que su ejército salió victorioso, anunció que esa visión, seguida de triunfo, era señal suficiente para que el Imperio dejara de perseguir cristianos y adoptara como estandarte la cruz, y como religión un cuerpo de ideas convenientemente elaboradas por Pablo, en una serie de libros que al mismo tiempo eran escogidos como el canon definitivo del Nuevo Testamento.

La elección de esa compilación se realizó por votación, y el resultado fue el esperado. El partido mayoritario, conformado por acólitos de Pablo, consiguió meter 14 extensas Cartas de su líder, así como los tres Evangelios influidos por Pablo, y un par de breves Epístolas de Pedro. El bando minoritario, de seguidores de Juan, logró que de su guía quedaran, a duras penas, su Evangelio y tres delgadas Cartas.

Los años, los siglos posteriores terminaron de acallar y borrar de la memoria las sospechas que por entonces elevaban los partidarios de Juan, quienes advertían una llamativa similitud entre las dos puntas de lo que para ellos era un evidente plan. Plan que se inició con Pablo, quien vio una luz en el cielo y se convirtió, y se consumó con Constantino, quien vio una cruz en el cielo y se convirtió. Ambos sufrieron una extraordinaria mutación, a causa de un destello entre las nubes, que los transformó a los dos, en su relación con los cristianos, de feroces enemigos en amigables correligionarios.

También les resultaba sospechoso, a quienes defendían el legado de Juan, que Constantino proclamara haber ganado una batalla gracias a la presencia de la cruz, en un tiempo en que la legión romana llevaba ya una prolongada racha sin sufrir derrota alguna en un enfrentamiento armado. No por nada era tan adecuado que el dios al que adoraba Constantino, hasta el minuto previo a su cambio de fe, se llamara Sol Invicto.

No debe pasarse de largo ese dato del dios Sol Invicto, que tuvo sus derivaciones, pero antes hay que tomar otra senda que sale de esta encrucijada, y cuyas consecuencias tampoco han sido exiguas en la historia de Occidente.

Al haberle atribuido a la cruz el éxito en el campo bélico, Constantino abrió la puerta para los milenios que vendrían de ejércitos encolumnados detrás de ese símbolo como bandera. Las Cruzadas en Medio Oriente, los más de mil años de guerras por conquistas territoriales en Europa, libradas por Papas como Julio II, quien, espada en mano y grito de ataque en garganta, capitaneaba a sus tropas en las conflagraciones.

No corresponde a este libro recorrer el historial bélico de la Iglesia del bando ganador, que es tarea más bien de una enciclopedia. Corresponde sólo marcar que si "guerra" es antónimo de "paz", entonces la lucha armada es contraria al mensaje original de Jesús, rescatado por Juan en su Evangelio en frases como "les dejo la paz, les doy mi paz" (Juan 14:27) y "les digo esto para que en mí tengan paz" (Juan 16:33).

De la misma forma, el acto de combatir es contrario a las enseñanzas del hombre que dijo "mi Reino no es de este mundo. Si fuera de este mundo, los que están conmigo habrían combatido" (Juan 18:36).

Y así también, matarnos los unos a otros es contrario a la doctrina primaria de Jesús, sintetizada por Juan en sus Cartas: "Amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios" (1 Juan 4:7). "Amémonos los unos a los otros. El mandamiento que tenemos desde el principio es vivir en el amor" (2 Juan 5-6).

Ejercer la guerra es tan opuesto a todo lo que Jesús representaba, como lo es acumular tesoros materiales.

Jesús, quien predicaba el desprendimiento y practicaba la pobreza, dijo "no acumulen tesoros en la Tierra" (Mateo 6:19), y le recomendó a un joven: "Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes" (Mateo 19: 21-22).

Imposible calcular cuántos bienes posee la Iglesia del bando ganador. Nadie tasará jamás los tesoros acumulados, producto de siglos de conquistas en el campo de batalla e intercambios en la arena política. Pero uno puede visitar www.ior.va y darse una idea de la riqueza líquida. La extensión ".va" es por Vaticano, y ".ior" es por "Istituto per le Opere di Religione", más conocido como "Banco del Vaticano". En una de las páginas del sitio, uno puede observar la ganancia neta de cada ejercicio anual de la institución, expresada en millones de euros.

Lo contradictorio no es que un banco gane dinero. Eso es congruente con su razón de ser. Lo contradictorio es que, para ganar dinero, obt

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