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EL NUMERO DE SU NOMBRE - LA CIFRA (Capitulo 14)

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Publicado el 25/06/25 / En Conocimiento

“EL NÚMERO DE SU NOMBRE”
por Pampa Fillol
CAPÍTULO 14: LA CIFRA
Así como quedó flotando en el imaginario colectivo la idea de que "apócrifo" quería decir "falso", cuando en realidad se trata de una palabra griega que alude al acto de esconder algo lejos del alcance de los demás, de la misma manera quedó instalada la imagen de "Apocalipsis" como fin del mundo, como calamidad catastrófica en el acabose de los tiempos, cuando en realidad significa algo completamente distinto.
"Apocalipsis" viene también del griego, el idioma en que se escribió enteramente el Nuevo Testamento, y se compone de "apo", que como sustantivo significar "lejos" y como verbo "alejar", y "kalyptein", que como verbo significa "velar, ocultar", y como sustantivo "velo".
"Apocalipsis" entonces es "alejar el velo, revelar", por eso al libro final de la Biblia, que fue incluido a último momento como parte del Nuevo Testamento, se lo llama también el "Libro de las Revelaciones", con lo cual aflora otro desvío: la idea de que el autor tuvo alocadas alucinaciones, producto de algún estado psíquico trastornado. Y no se trata de eso, sino sencillamente de alejar el velo, de revelar lo que estaba velado.
El bando perdedor logró dejar encriptados, en esas páginas, los códigos para develar lo que había quedado oculto en el resto del Nuevo Testamento.
Lo que el autor del Apocalipsis veía no eran revelaciones mágicas, sino la realidad patente de lo que estaba ocurriendo. El autor del Apocalipsis veía que los Apóstoles de Jesús habían recibido de su maestro algo que era divino, y al cedérselo a Pablo y aceptar acomodar el mensaje a las demandas del momento --momento de darle una religión a un Imperio, o un Imperio a una religión--, habían arruinado eso que originalmente era divino y, según el autor del Apocalipsis, lo habían convertido en algo deforme, contrahecho. Lo habían transformado en un monstruo, en una bestia.
"Entonces vi que emergía una Bestia con siete cabezas..." Enseguida nos ocuparemos del dato de las siete cabezas, pero prosigamos con la idea general del relato. "El Dragón le cedió su poder y su trono con un inmenso imperio. Toda la Tierra, maravillada, siguió a la Bestia, y todos adoraron al Dragón porque él le había cedido el poder, y también adoraron a la Bestia, (...) y se le dio poder sobre toda familia, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los habitantes de la Tierra" (Apocalipsis 13:1-7).
A continuación, el autor lanza, entre signos de exclamación, lo que suena como un grito desesperado para que alguien, en ese momento o en los siglos venideros, por favor se diera cuenta de lo que estaba pasando: "¡El que pueda entender, que entienda! " (Apocalipsis 13:9)
Desde el punto de vista de Juan, María Magdalena, la familia de Jesús y el resto del bando derrotado, la Iglesia del bando ganador se había regalado al poder político, se había entregado al Dragón, al haber negociado con los emperadores de Roma, que en el apogeo del Imperio eran los reyes de la Tierra. De ahí la comparación en el Apocalipsis con la "prostituta" o la "ramera", término que varía según la edición de la Biblia que uno tenga en las manos.
Roma, el lugar donde está emplazada la Iglesia del bando ganador, era conocida en aquel tiempo, y todavía hoy, como la ciudad de las siete colinas: los montes Aventino, Capitolino, Celio, Esquilino, Palatino, Quirinal y Viminal, que rodean el Campo de Marte, un valle al margen del Tíber, el río más importante y más grande de la zona central de la península itálica.
Cuatro capítulos después de mencionar a la "Bestia con siete cabezas", el autor del Apocalipsis brinda la pista para descifrar lo que está queriendo decir.
"Para comprender esto, es necesario tener inteligencia y sutileza. Las siete cabezas son las siete colinas, sobre las cuales está sentada la mujer" (Apocalipsis 17:9).
¿Qué mujer?
"La famosa prostituta, que está sentada a la orilla de los grandes ríos. Los reyes de la Tierra han fornicado con ella, y los habitantes del mundo se han embriagado con el vino de su prostitución" (Apocalipsis 17:1).
"La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en su mano una copa de oro colmada de la abominable impureza de su fornicación" (Apocalipsis 17:4).
Pero más importante, más aún que el de las "siete cabezas", es el otro dato numérico. El que permite reconstruir la historia que subyace bajo los textos intervenidos del Nuevo Testamento.
La idea instalada en el imaginario colectivo respecto del "666" remite por lo general a demonios, a seres extraños de otra dimensión o a poderes innaturales del inframundo.
El autor del Apocalipsis, sin embargo, aclara que está hablando de "una cifra humana" (Apocalipsis 13:18).

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